No me gusta hacer demagogia, pero tampoco puedo permanecer impasible ante lo que sucede a mi alrededor. Situaciones que me hacen cuestionarme, como muchos filósofos hicieron en el pasado y siguen haciendo hoy, si el ser humano es bueno o malo por naturaleza, sin olvidarme, por supuesto, de que ya de por sí bueno y malo son simples conceptos creados por el propio ser humano…
Por eso la reflexión que hoy hago tiene que ver con la violencia que veo a mi alrededor, y la forma de tratarla.
Esta semana ha sido «notición» la bofetada de Will Smith a Chris Rock. Una salida de tono en mitad de una gala vista por millones de personas en todo el mundo, en la que el agresor, minutos más tarde de pegar a un compañero por una simple broma (dejemos de lado el debate de si la broma era o no pesada) es premiado con la estatuilla a la mejor interpretación masculina de cine, y aplaudido por todos su compañeros y compañeras.
Lo vimos, lo juzgamos, y ahí se quedó: Chris Rock con su bofetada (que, por cierto, nadie le ha halagado su comportamiento tras recibir el golpe, pero su actitud frente a lo sucedido sí ha sido de Óscar), y Will Smith con la estatuilla en la vitrina de su casa.
Cierre de telón.
Siempre me ha gustado el tenis, pero últimamente me he aficionado más a seguirlo por televisión, tras la victoria de Nadal en el Open de Australia. Y después de años sin ver tenis, ¿qué me he encontrado? A muchos, muchos jugadores mostrando una violencia en la pista, tanto verbal como física (autolesiones) que me hace cuestionarme donde se han quedado la deportividad y la elegancia que caracterizaban a este deporte. Y lo triste es que en este caso tampoco la violencia tiene grandes consecuencias, y los partidos continúan como si no pasara nada.
¿Qué nos está pasando? ¿Por qué normalizamos tanto la violencia? ¿Queremos una sociedad justa, bella, seres humanos que se apoyen y se amen, o queremos un mundo loco en el que las agresiones, sean del tipo que sean, pasen a formar parte de nuestras vidas haciendo de ellas algo tan habitual que ya ni nos afecten?
Vivimos en la era de la tecnología, en la era de la comunicación. Pero nuestras mentes cada vez están más aletargadas, dominadas por la información pasajera que no nos permite pararnos a cuestionar nada, pues mañana ya no es noticia. Y quizá, sin quererlo, estamos trasmitiendo a la nuevas generaciones que todo vale: que puedes ser un número uno del deporte e insultar y pegar sin que pase nada; que puedes ser el mejor actor de cine y agredir como y cuando quieras, y después ser premiado; que puedes invadir un país a tu antojo, matando a personas inocentes, mientras un estadio lleno de seguidores ciegos te ovacionan…
A veces me he dicho a mí misma la frase de Groucho Marx: «¡que paren el mundo, que yo me bajo!». Pero me gusta soñar con un mundo mejor en el que poder vivir sin tener que «bajarme». Un mundo en el que las guerras, la violencia gratuita, las desigualdades, la pobreza, las injusticas y tantas otras creaciones sociales, no existan. Por eso me quedo con «Imagine», de John Lennon:
«Puedes decir que soy una soñadora
pero no soy la única.
Espero que algún día te unas a nosotros
y el mundo vibre como uno»
Y seguiré soñando, y reflexionando, y compartiendo mis pensamientos con quien quiera leerlos, sentirlos, interiorizarlos. Porque a pesar de lo que veo a mi alrededor, sigo creyendo en el potencial del ser humano hacia la bondad, y sigo promulgando una elevación de conciencia que es la única que puede ayudarnos a salir de este mundo loco en el que vivimos.