Poco a poco se va terminando este año 2020 que tan de cabeza nos ha traído. Un año marcado por la pandemia, por la incertidumbre sobre el futuro, por la inestabilidad económica y mental. Y, sin embargo, ahora que el año está tocando a su fin, quiero agradecerle varias cosas y despedirme de él con buen sabor de boca, porque este, sin duda, será un año que jamás olvidaré.
Gracias, 2020, por enseñarme a vivir el día a día. Porque nos has demostrado que todos los planes que podamos hacer son tan frágiles como nosotros mismos, y que lo que tenemos a cada momento es lo único real a lo que nos podemos agarrar de verdad.
Gracias, 2020, porque me has hecho mirar hacia adentro, y me has ayudado a ver quien era realmente y en qué momento de mi evolución me encontraba. No ha sido un encuentro de lo más agradable, no, pero si muy esperanzador pues ahora se de qué punto debo de partir para seguir mi proceso de evolución.
Gracias, 2020, porque me has ayudado a trabajar el desapego desde la raíz, separándome de manera indefinida de aquello que tanto amo. Y ahora que ya he pasado por el dolor de la separación, puedo mirar al futuro con tranquilidad y esperanza, pero sin tiempo definido y, quizá ya por fin, sin apego.
Gracias, 2020, porque me has enseñado a valorar de manera muy especial mi salud y la de mis seres queridos. Y no solo la de los más cercanos, sino la de todos aquellos que se han cruzado en mi camino, anteponiendo sus necesidades a las mías, y respetándoles en su distanciamiento.
Gracias, 2020, porque me has demostrado lo fuertes que podemos llegar a ser los seres humanos, y la capacidad de adaptación que tenemos ante las adversidades. Y eso nos hace una raza privilegiada, aunque no seamos a veces conscientes de ese privilegio y lo mal utilicemos.
Gracias, 2020, porque me has enseñado quienes estaban cerca de mi de verdad, y quienes estaban solo de paso. Porque me has unido con mis seres queridos, y me has enseñado a trabajar más a fondo la empatía.
Gracias, 2020, por recordarme lo frágil que soy. Por recordarme que estoy aquí de tránsito, y que ese tránsito puede ser largo, o puede terminar ahora mismo. La muerte está ahí, caminando siempre de la mano. Es solo un segundo, y el hilo que nos une a la vida se corta y el alma se transmuta. Esa fragilidad, esa vulnerabilidad me ayuda a llevar mis días con más alegría. Gracias, 2020.
Que los seres que se han marchado este año hayan encontrado su camino hacia la Luz.
Que los que aquí seguimos, continuemos aprendiendo con cada oportunidad que la vida nos brinde.
Que la conciencia colectiva se convierta en la mejor arma para la supervivencia de nuestra especie.
Que el 2021 me permita seguir aprendiendo.
Gracias, 2020. Y hasta siempre…
